Recuerdos

Los pequeños granos de arena picaban al roce con la piel, levantados por la suave brisa que provocaba un leve vaivén en las olas haciéndolas sonar con una melodía tranquilizadora.
El sol de verano iba escondiéndose tras el horizonte, dejando un rastro rosado que poco a poco se transformaba en un intenso azul marino.

Sofía contemplaba absorta ese paisaje.
Llevaba años viendo la misma escena día tras día, y no se cansaba de admirarlo.
Era algo tan maravilloso.
Pero... Había algo extraño en esa playa, algo no era igual. Había cambiado, ¿o era su forma de mirarla?.
En su fuero interno, sabía que desde anoche, no volvería a ver la playa del mismo modo.
Le faltaba algo, le faltaba brillo, color, sentimiento.
Le faltaba él.
Su abuelo.
Con el que durante años paseaba, escuchando y aprendiendo de sus vivencias.
Entreteniéndose con sus anécdotas infantiles, las cuales contaba y escenificaba con gracia.
A sus 77 años, aún era un gran actor.
Seguía teniendo la voz cálida y grave que en tantas películas había oído.
Recordaba cuando le leía, y le enseñaba el mundo sin tener que moverse del colchón de arena en el que se encontraba.
"Tu y yo somos exploradores, creemos que hay algo mucho más allá de las palabras, y vamos a descubrirlo" Le decía antes de empezar una nueva lectura.

Muchos años han transcurrido, pero el recuerdo sigue ahí, como si estuviera grabado con fuego en su memoria.
Jamás lo olvidaría.
Para ella su abuelo nunca se ha marchado, nunca la dejará.
Aunque su cuerpo se desvanezca, continuará ahí, en esa playa, acompañandola, acariciándole la mejilla con cada soplo de aire.

1 comentario:

J. R. P. dijo...

Un relato muy emotivo, Calíope. Yo tenía un abuelo que se parece al de tu cuento. Me he acordado de él mientras lo leía. Me gusta lo que escribes. ¡Sigue así! Un saludo.